Decir no a todo, tratar de alimentar el desistimiento en el adversario o intentar acentuar sus contradicciones es una táctica tan primaria como de corto recorrido. El propio miércoles a la noche se pudo comprobar en las llamadas de los oyentes de Radio Euskadi, que de tres que pasaron a antena las tres denunciaron que no es que no se entienda lo que la izquierda abertzale dice, sino que no se le quiere entender.
Con este relato de hechos, parece excesivamente voluntarista hablar de la debilidad de ETA. Pero, en cualquier caso, la cuestión no está en la capacidad operativa de la organización armada, que puede sufrir vaivenes coyunturales o ciclos históricos más o menos favorables. De hecho, una y otra vez las autoridades policiales advierten de que «puede hacer mucho daño en cualquier momento». Y la cantinela del inminente final policial viene repitiéndose sin cumplirse desde los tiempos de Franco.
El núcleo de lo que está ocurriendo es que, sea cual fuere la capacidad operativa de ETA, la izquierda abertzale ha hecho una apuesta mayoritaria por el uso exclusivo de las vías políticas y democráticas. Y, por lo tanto, si como dijo en el comunicado publicado el 18 de enero «ETA hace suyas» las palabras de la izquierda abertzale, lo lógico es que lo que ésta espere sea que los actos y pronunciamientos de la organización armada vayan acordes al mandato surgido del debate.
Desde el PSOE y otros portavoces políticos (alguno de ellos, además, debiera reflexionar sobre el hecho de que sólo es referencia para hablar contra Batasuna) se le demandan a la izquierda abertzale condenas u otras exigencias. Y si algún día condenara una acción concreta, se le pediría -como ya hacen el PP y Aldaketa- la condena de toda la historia de ETA. Pero el objetivo de quienes así actúan no es la búsqueda de un escenario democrático en Euskal Herria, sino tratar de certificar la derrota y rendición del independentismo vasco.
Los pasos que de forma unilateral va dando la izquierda abertzale no han de medirse en función de las respuestas que dan aquellos a los que se enfrenta, y menos de las que hacen públicas. Esto sería un error de análisis y así se ha demostrado en ocasiones anteriores. Lo que debe observarse es si dichos pasos van en consonancia con el mandato que surgió del debate interno y si, además, son útiles para los objetivos de activación popular y acumulación de fuerzas. Es decir, lo que hay que medir de la nota de la izquierda abertzale no es si le gusta a Alfredo Pérez Rubalcaba, sino si responde a las exigencias de sus bases; no hay que mirar si la aplaude José Luis Bilbao, sino si refuerza los lazos con aquellas organizaciones políticas y sociales que están dispuestas a avanzar en la búsqueda de vías eficaces en el camino de la independencia. En definitiva, no se trata de que la izquierda abertzale haga notas para que le aplaudan quienes quieren destruirla, sino que sus acciones sirvan para avanzar en la línea marcada en «Zutik Euskal Herria».
Iñaki Iriondo, en Gara
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario